PLASENCIA Y SOROLLA
A finales del Siglo XIX
comienzan a aparecer una serie de pintores que consolidan un estilo llamado
costumbrismo cuyo progresivo resurgimiento culminará con una de las figuras más
importantes del Siglo XX: Pablo Ruiz Picasso.
Entre esta pléyade de
artistas costumbristas, ocupa un lugar destacado el pintor valenciano Joaquín
Sorolla. El mar, los pescadores, la arena, las playas, el sol y sobre todo la
luz son los atributos de Sorolla. Este artista recorre las tierras de España en
busca de tipos y paisajes que le servirán de base para el proyecto que tiene en
mente: realizar un conjunto de cuadros monumentales, visiones de España, como
encargo de un mecenas norteamericano llamado Huntington para la Hispanic
Society of America de Nueva York.
En el otoño de 1917, en
octubre, Sorolla llega a Plasencia en busca de uno de esos paisajes de España. Ya
ha estado antes aquí, quedando impresionado por la forma de vestir de gente que
venía al mercado de los martes. Quiere plasmar estas costumbres y el mercado
para el cuadro de Extremadura. Tiene prisa y sólo permanecerá aquí algo menos
de un mes. Lo justo para confeccionar los estudios y bocetos que posteriormente
darán lugar a un grandioso cuadro dedicado a Extremadura. El lienzo se titula
“El mercado” y va a formar parte de la colección en la que están representadas
todas las regiones de España y que formarán una de las mejores colecciones que
decorarán los museos más importantes de América.
Es fácil pensar que en estos
momentos en la otra orilla del océano, en la populosa ciudad de Nueva York, en
la la Sala Sorolla de la Hispanic
Society, un grupo de personas contemple la mágica obra del genial pintor
valenciano. Delante del cuadro que representa esta escena extremeña y
placentina tratarán de desentrañar su significado. Y entonces la luz de la
mañana placentina inundará el espacio, la luz herida por los pinceles de
Sorolla, la luz como reclamo de oro atrayente para el espectador.
La composición no puede ser
más precisa y real: un grupo de campesinos llevan sus ganados al mercado del
“Cachón”. Hombres vestidos de recio paño lucen el cobre batido de su piel
soleada. Mujeres orgullosas y altivas, atractivamente altivas, cubren su cabeza
con pañuelos negros; alguna emboza su cara llenando el ambiente de misterioso
encanto. Su elegante talle se cimbrea en saleroso remeneo de sayas rozando
levemente el aire cual capote que encela con su hermosura mientras lucen con
encanto una preciosa gorra de mil colores, donde Sorolla agota toda su paleta. Una
piara de cerdos en primer plano nos anuncia el mercadeo animal del lugar. En
segundo plano el puente de piedra sobre el Jerte sirve de tránsito y trasiego
del ir y venir de carros, carretas y gente al mercado comunicando la ciudad con
el paraje. Las recias murallas, las cresterías de la Catedral y el palacio
arzobispal. son el telón de fondo para esta entrañable escena en la que se
recoge un trozo de España, bajo un cielo luminoso de un azul trasparente. Es el
cielo de Plasencia. Es la luz que da vida y que Sorolla substancia de manera
magistral.
Este año que Plasencia
conmemora el centenario de su estancia en Plasencia, en nombre de todos los que
amamos a Plasencia, a Extremadura y a España, gracias, Sorolla.
© A.G.S.(Antogar)
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