jueves, octubre 02, 2014

OTOÑALES



Finales de septiembre; el sol cálido y tórrido de los largos veranos se va vaciando, está ya herido por los aguijones del otoño. Se ha convertido en tul, dejando la ruana soporífera y agobiante con que cubría todo. Ahora a pleno día – veranillo de San Miguel- quiera enseñar sus uñas de dura lumbre y arañar el incipiente rostro núbil de principios de otoño.
Ya las mañanas se vuelven mágicas; la abulia, la desidia, la tristeza, la rutina,… puede hacer acto de presencia. El rocío mañanero inunda los incipientes campos verdes, los verdes olivares ofrecen su apretada cosecha clamando su ordeño. “por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos” según Lorca. Tiempo de recogida de este  fruto. Canta la copla:
Los ojos de mi morena
ni son chicos ni son grandes
son como aceitunas negras
de olivares gordales

Recuerdo en mi niñez las cuadrillas de mujeres- las aceituneras, reventadas de sabañones- salían al campo en madrugadas de fría niebla o sol y con las manos ateridas de frío a coger las aceitunas- negra parva - en los surcos de la helada tierra, después del vareo de los sufridos olivos. “Andaluces de Jaén, aceituneros altivos…” canta el poeta. 

A la hora de la comida:
mi pan con tocino añejo;
sobre el pan aceite de oliva

Se va el recuerdo a esa sufrida época, huele el tiempo a almazara, al primer aceite, a estrujón; la aceituna era dinero y sobre todo era alimento. Humilde y generosa en la mesa al olor y sabor del vino y del pan. Hasta se podía sobrevivir con pan, vino y aceitunas. Buenos compañeros.

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