Poética

El poema nace libre, desnudo. La palabra es vestidura, hábito. Está en el autor, pero lo transciende, se apodera de él. El poema está en el silencio, expectante. Solo cuando el poeta, de alguna manera, penetra en ese lugar, el poema surge y entonces se escapa de él y se convierte en imán para el lector.
Unos tienen mayor poder de atracción que otros. El poema es vida, vida que fluye como una corriente disforme que no se adapta a convencionalismos fríos e inamovibles. El poeta es un creador que escribe desde la emoción, libre de cadenas censoras escuchando sólo los las voces de su interioridad.
Cada poema, cada verso es un nuevo ser que proviene de un sentir dispar y que tiene ( o debe tener) la facultad de conmover, de deslumbrar, de narcotizar, de imantar al lector hasta fundirse con él. Y basta una señal (un objeto, una palabra, una mirada, un gesto, un recuerdo, etc) para desencadenar el proceso de creación.
La poesía está dentro de cada uno y sólo en la medida en que cada cual la sienta viva dentro de sí, podrá transmutarse en ese algo tangible que es el poema. Luego, cada uno, debe ser capaz, en mayor o menor medida, de producir los efectos de atracción en los lectores.