En las noches de los viernes- hoy lo es-, matrimonios amigos, solemos reunirnos para tomar unas copas y entablar conversación en una tertulia que se prolonga hasta principiar la madrugada, mientras recorremos los altares de la noche. Comentamos los avatares de la semana y así pasamos un rato distraídos y relajados. Ni que decir tiene que hablamos de lo divino y más de lo humano. A veces, nuestra conversación es banal, inconsistente, trivial; otros momentos- los menos- de la noche, empero, la tertulia trascurre por cauces algo más serios y trascendentes. Lo importante es pasar un rato amigable.
Siempre están presentes todo tipo de asuntos referidos a múltiples manifestaciones aun cuando sean en forma de cuchufletas o chascarrillos sin eludir ningún planteamiento por escabroso que parezca pues es sabido que siempre “la realidad supera a la ficción”
Otras veces, el tiempo transcurre en casa de alguno, al calor del chisporroteo de lenguas de fuego, que embriagan, en una chimenea, mientras en las brasas, lentamente panceta, chuletas y chorizos van adquiriendo un dorado color y un olorcillo impregna el ambiente, o rememoramos tiempos pretéritos mientras damos cuenta de unas suculentas migas extremeñas y un ardiente chocolate va labrando las gargantas.
Es la bautizada “ peña de los viernes”. A ella va dedicado este post
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