Uno
de los momentos más importantes de mi vida es cuando voy con mis nietos
al parque. Es de ver la carita de mi nieto pequeño, una carita feliz
llevando en una mano una bolsa con trozos de pan que luego dará a los
patos en el parque, mientras asido a mi mano con la otra caminamos
charlando.
Recordaba esto el otro día que dicen se celebraba-para casi todo hay un día de celebración, cuando todo debería celebrarse cada día,- el Día internacional de las Personas de Edad, o sea, de los viejos, sin eufemismos .Y que yo traslado por mimetismo a los que son abuelos. ¡Ay, los abuelos! Y pluralizo en esta palabra al abuelo y la abuela.¡ Habría que hablar tanto de ellos hoy día!.
Ser abuelo es una de las experiencias más maravillosas que la vida puede regalar a una persona. Un nieto hace renacer en los abuelos el espíritu del niño que llevan dentro, pero que no habían recordado desde hacía mucho tiempo. Al despertar ese espíritu, los hace ver lo maravilloso de la vida, desde el trino de los pájaros o lo sublime de una puesta de sol hasta lo aparentemente insignificante de una gota de rocío o el volar molesto de una mosca. A través de los ojos de un niño que lleva la sangre de los hijos y la propia, se ven cosas olvidadas de la infancia, que jamás se creyó que permanecían en la memoria.
Ser capaces de ver dibujos animados en lugar de novelas o deportes, de ponerse el termómetro con los nietos, de extasiarse contemplándoles, de meterse en los cuentos infantiles, de convertir su corazón en un jardín de amor, ser los guardianes de las tradiciones que perduran en el recuerdo etc, son los misterios que encierran el corazón de los abuelos. Pareciera que Dios quisiera recompensarnos con los nietos; ellos suplen todas nuestras carencias.
Ser abuelos es tener la capacidad de enriquecerse y enriquecer. Ser abuelos es ser doblemente padres y madres, es ver en esos nietos el resurgir de la luz que alumbró a los hijos, es la misma sangre del hijo en las entrañas de la abuela, tornar a la palabra madre, volver a los tiempos de la maternidad. Ser abuelos no es ser esclavos, ser abuelos es el afecto y el amor que renace la historia ya vivida. Es la alegría que inunda el corazón cuando felices se te echan en los brazos gritando:¡ abuelito, abuelita! y sus brazos rodean tu cuello. Es una delicia sana y cristalina, es el culmen de los sentimientos, es el centro de todo, lo que explica qué somos y qué queremos, lo que sentimos y lo que amamos. Dan vida a nuestra edad provecta. Y es lo que nos quedará cuando, como ocurrió con los hijos, la edad les haga importantes, cuando otras cosas sean sus prioridades y vivan su vida. Por eso nosotros estamos ahora viviendo una tercera edad: la de los nietos.
Recordaba esto el otro día que dicen se celebraba-para casi todo hay un día de celebración, cuando todo debería celebrarse cada día,- el Día internacional de las Personas de Edad, o sea, de los viejos, sin eufemismos .Y que yo traslado por mimetismo a los que son abuelos. ¡Ay, los abuelos! Y pluralizo en esta palabra al abuelo y la abuela.¡ Habría que hablar tanto de ellos hoy día!.
Ser abuelo es una de las experiencias más maravillosas que la vida puede regalar a una persona. Un nieto hace renacer en los abuelos el espíritu del niño que llevan dentro, pero que no habían recordado desde hacía mucho tiempo. Al despertar ese espíritu, los hace ver lo maravilloso de la vida, desde el trino de los pájaros o lo sublime de una puesta de sol hasta lo aparentemente insignificante de una gota de rocío o el volar molesto de una mosca. A través de los ojos de un niño que lleva la sangre de los hijos y la propia, se ven cosas olvidadas de la infancia, que jamás se creyó que permanecían en la memoria.
Ser capaces de ver dibujos animados en lugar de novelas o deportes, de ponerse el termómetro con los nietos, de extasiarse contemplándoles, de meterse en los cuentos infantiles, de convertir su corazón en un jardín de amor, ser los guardianes de las tradiciones que perduran en el recuerdo etc, son los misterios que encierran el corazón de los abuelos. Pareciera que Dios quisiera recompensarnos con los nietos; ellos suplen todas nuestras carencias.
Ser abuelos es tener la capacidad de enriquecerse y enriquecer. Ser abuelos es ser doblemente padres y madres, es ver en esos nietos el resurgir de la luz que alumbró a los hijos, es la misma sangre del hijo en las entrañas de la abuela, tornar a la palabra madre, volver a los tiempos de la maternidad. Ser abuelos no es ser esclavos, ser abuelos es el afecto y el amor que renace la historia ya vivida. Es la alegría que inunda el corazón cuando felices se te echan en los brazos gritando:¡ abuelito, abuelita! y sus brazos rodean tu cuello. Es una delicia sana y cristalina, es el culmen de los sentimientos, es el centro de todo, lo que explica qué somos y qué queremos, lo que sentimos y lo que amamos. Dan vida a nuestra edad provecta. Y es lo que nos quedará cuando, como ocurrió con los hijos, la edad les haga importantes, cuando otras cosas sean sus prioridades y vivan su vida. Por eso nosotros estamos ahora viviendo una tercera edad: la de los nietos.
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