El Valle del Jerte en estas fechas se convierte un año más en una
espectacular alegría paisajística gracias a los miles de cerezos florecidos.
Pareciera que cada año se hiciera realidad una razón de amor como la de
Abderramán que para curar la tristeza de su amada hizo plantar en Córdoba
almendros para que no añorara la nieve.
Esto es lo que ocurre aquí con la nevada floral en cada primavera;
alguien llevó su enamoramiento a este lugar y lo cubrió de cerezos para que
compitiera, haciendo sombra, a la albura de la nieve que encanece las cimas del
Valle.
Estamos anhelantes de estos días
de primavera, de flores y nieves, de blancos y verdes, de cascadas y cantos
que, bajo el manto del azul intenso, no pueden ser más hermosos y gratos para
este entorno paradisíaco.
Y aunque abril haga este año
honores al refrán “en abril aguas mil” y vierta cántaros de agua y nieve, nunca
irá en contra de su propia esencia primaveral, siempre viene con ternos
luminosos que harán más atrayentes las claridades de sus días.
¡Gracias, abril!, tráenos pronto esta realidad envidiada, porque tú sabes
dónde está la pasión, porque aquí, en este valle de sueños, tienes asegurado el
espectáculo de la floración. Tú pones el tiempo, el valle pone la belleza. ¡Qué
paz aquí, en abrazos de enamorado, en tardes misteriosas! Sobre mí tu luz,
sobre mi cuerpo tu brisa y sobre los cerezos la sonrisa.
©Antogar 2018
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