martes, septiembre 06, 2016

ESTE CÁLIDO Y LENTO VERANO

ESTE CÁLIDO Y LENTO VERANO
Hace días que venimos soportando un intenso calor, más de lo que suele ser habitual en estas fechas; dicen que el aire proviene del desierto sahariano, cargado de arena. Es una agobiante capa que se ha establecido sobre nosotros y que enrarece la atmósfera, una capa de polvo sucio, un aire turbio como un tul neblinoso, como cortina en movimiento que inflama el ambiente: el sol quema, el aire abrasa. Y llegan y llagan en mí los versos del poema CASTILLA sobre el destierro del Cid de Manuel Machado.
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas;
llaga la luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
el destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga…
En efecto, un ciego sol de ira se estrella en las fachadas de las calles, en el asfalto que se inflama, en las plazoletas recoletas, en los campos sedientos y todo es flameo, excelsa luz que arrebata y deslumbra. La ciudad es un desierto y la búsqueda de lugares en sombras refrescados por fuentes o ríos o corrientes de agua o aires filtrados se hace necesario para no hundirse en el sopor y abatimiento, en la modorra y casi en la desesperación. Todos imploramos y añoramos estos días una dadivosa y tamizada lluvia que nos despierte de este largo letargo en que nos ha sumido esta furibunda luz veraniega mientras un suave céfiro nos acaricie tiernamente, presagiando ya el nuevo destino otoñal.
©Antogar 2016,

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