Resulta altamente sorprendente, o
tal vez no – su calidad siempre ha estado ahí -, la obra de Gonzalo Hidalgo
Bayal, escritor de talla, uno de los mejores de la narrativa actual y cuya literatura hasta no hace mucho tiempo ha
estado varada en las aguas de la marginalidad editorial. He tenido la fortuna
de leer la mayor parte de su producción narrativa, así como diversas críticas
sobre sus obras. De las más recientes editadas hasta la última que se ha
publicado: “Conversación”.
En una composición musical, en
una partitura sólo apreciamos lo que contiene cuando los sonidos se hacen
presentes en su ejecución. Y admiramos esa obra cuando resulta grata a nuestro
oído, a nuestra sensibilidad, a nuestra fascinación, etc o la rechazamos cuando hace estragos en
nuestras neuronas más sensitivas, cuando chirría y produce la más estridente de
las denteras sensoriales. Del mismo modo sucede en el ámbito literario; una
obra literaria produce una sugestión o un rechazo en los lectores.
Creo que la obra literaria de GHB
es en su conjunto un magno concierto siempre inacabado-supongo que GHB va a
seguir añadiendo partes al mismo-y que las que ahora lleva - Campo de amapolas blancas; Paradoja del interventor; El espíritu
áspero; etc y ahora Conversación-
son los movimientos de los que se compone. ¿O tal vez debo pensar también que
cada obra es un concierto más o menos largo en el que se suceden los variados
movimientos a que, normalmente se somete cada composición?. Debo imaginar que
en un principio cada libro de GHB es un proyecto en la mente del autor sujeto a
las leyes que el propio escritor fija, algo que no tiene nada que ver con la realidad que
luego será; lejos del control de toda norma física o metafísica, sujeta sólo a
su imaginación; éste tiene la obra en estado embrionario. Existe cuando el
autor utiliza un código en el que se pueda interpretar, leer. Y es en la forma
de utilizar los elementos del código donde se produce el prodigio para su
consideración como verdadera obra de arte o literaria. En una partitura las
notas deben estar en la posición adecuada para producir, luego, cuando el
músico las interpreta, esa emoción deleitable. Y esto es lo que pasa con la
obra de GHB; que produce en el lector la sensación de estar escuchando un
concierto interpretado de una manera genial por la diversidad de instrumentos que
en él intervienen. Eso me parece a mí poniendo como ejemplo esta última obra
suya “Conversación” en la que a
través de sus cinco partes nos va sumiendo de una manera sugerente, in
crescendo, en las vidas de sus
personajes; en los pasajes musicales que tan asombrosamente ha construido con
el lenguaje.
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