En el Colegio El Pilar de Plasencia, al que yo pertenezco por jubilación, también se ha producido este hecho. El maestro D. Antonio Pérez ha sido este año el "agraciado" con esta especie de lotería sobrevenida. Ha sido un acto cordial, sencillo y entrañable. Yo le he saludado con las siguientes palabras:
"Reconforta, a pesar de los tragos amargos y las tazas de veneno que la vida nos proporciona de vez en cuando, asistir a un acto como este que es un acto de cordialidad, de amistad y de alegría, un acto en el que el Colegio El Pilar despide, en el aspecto laboral, a uno de sus maestros: Antonio Pérez.
Para los que hemos trabajado con Antonio y no precisamente en este centro, aunque también, no es necesario que nadie resalte, y esto no es ditirambo, su honorabilidad, su hombría de bien, su buen hacer en el campo de la educación, su bonhomía, su sentido de la responsabilidad.
En este punto quiero hacer una mención especialísima a tu mujer, Mª Carmen, incansable colaboradora en tu carrera profesional y a tus hijos Antonio y Ana por su contribución, en los buenos y malos momentos que en la vida se pasan, a que este feliz acontecimiento se pueda hoy celebrar.
Toda profesión tiene sus enseñanzas, y la nuestra, como decía Borges, el propio paso de la vida en la que nos perdemos como el río y en la que los rostros pasan como el agua. A nosotros nos quedan los rostros, a veces innominados de cientos de alumnos y de compañeros que en ocasiones vuelven a nuestra memoria y pensamos qué les hemos enseñado en nuestra vida profesional y si es verdad que la educación es lo que sobrevive cuando olvidamos lo aprendido. O si es como aquello del mordisco que a fuer de educación se convierte en beso. Y basta con que alguno nos muestre su agradecimiento en un momento determinado para sentirnos compensados en nuestro trabajo.
Como otras cosas en la vida, esto de la jubilación es algo que uno piensa que no le va a ocurrir a él – o tal vez sí y lo desea en estos tiempos que corren– y que es algo que se ve lejano. Pero el tiempo, los relojes del tiempo, no los paran ni las gloriosas y sempiternas faenas de un José Tomás, pongo por caso, cuando cita al toro con la femoral, en expresión taurina, y los tendidos se dividen entre olés y gritos y el arte preludia a la vez la gloria y la tragedia.
Yo sé que el tiempo es un pájaro con las alas de cristal:
pero le tejeré una jaula con mis pensamientos,
y el tiempo no podrá volar
Es como cintura de mujer a la que
aprisionamos para que no se nos escape. Pero el tiempo o mejor, nosotros,
inexorables, cumplimos con el destino y llegamos aunque se diga que no
pasan años sino que pasan cosas. Es gracioso y hasta irónico que en las
jubilaciones se suela regalar un reloj al jubilado cuando ya el paso del tiempo
no debe ser tan importante como para estar pendientes de él.
Y esta es la causa de que estemos ahora aquí en feliz contubernio y complicidad. Es la hora de tu jubilación, amigo “junior” (tú y alguien más, sabe por qué digo lo de “ junior”). Aquí no cabe aquello de Quevedo de que” pocas veces quien recibe lo que no merece, agradece lo que recibe”. Aquí, quien recibe lo que merece, sí lo agradece. Y tu merecimiento es esta soñada jubilación porque nunca se llega tarde a ningún sitio, que decía el académico Cela. Y después es…el porvenir que ya ha llegado, en disensión con el verso de Angel González: te llaman porvenir porque nunca llegas. Y en coincidencia con este poeta y maestro cuando decía que “escribir un poema se parece a un orgasmo”, yo diré que llegar a la jubilación es también algo orgásmico y hasta orgiástico, algo que produce una enorme satisfacción y un gran placer y que espero que dure mucho.
En fin, amigo Antonio, vuelven hoy a mi memoria, con permiso del señor Alzheimer, los años que pasamos en la educación de adultos; los nombres de Jacinto, Clara, Juan Rosco, Mariño, Crescencio, Manolo etc nos retrotraen a otros tiempos de nuestra vida profesional que, por distintos, en cierto modo la han enriquecido. Los nombres de los que aquí estamos constituyen el presente.
Muchas gracias. Antogar
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