EL VALLE DEL JERTE Y LA PRIMAVERA
La primavera se ha colado en el Valle del Jerte. Como una niña mimada
se ha engalanado primorosamente. Corretea juguetona en las cumbres todavía encanecidas por
los últimos estertores del invierno. Desciende, divertida, patinando en
torrenteras de espuma que brillan como espejos en los canchales llenando el
aire de música y susurros que serenan el
alma. Luego se instala en la variedad de la flora del lugar, especialmente en
los millares de cerezos que, presurosos, se visten de blanco para recibirla.
Sus manos blancas se alzan en un cielo unas veces azul otras plomizo con sus
infinitos dedos albos plenos de vida.
Y luego, al trenzar amoríos con el Valle lavando en el Jerte su
cabellera, éste le ofrece como aderezo aromas y racimos sobre tapices de
castaños y el amor de los millones de flores del cerezo.
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