viernes, julio 27, 2012

Monasterio de Silos




He tardado en ir pero al fin pude cumplir uno de mis deseos: visitar el monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos. Por fin he descubierto la paz y espiritualidad de Silos. He recorrido ese maravilloso claustro de doble planta y he admirado todas sus esquinas con la explicación del guía. Nada más entrar vino a mi mente el célebre soneto de Gerardo Diego al ciprés erguido en uno de los costados del patio. Me he extasiado ante estas piedras  cargadas de inmortalidad silente contemplando el vuelo al cielo, el chorro de vida de ese ciprés, el más viejo del lugar. Lo he fotografiado de una y mil posiciones alrededor del claustro que lo encierra en belleza y desde cualquier ángulo aparece hierático y grave escapándose hacia el cielo. Ya sé que se ha cantado hasta la saciedad su majestuosidad y que innumerables poetas han vertido en versos  sus excelencias pero todo carecería de sentido sin el conjunto en el que está, sin él no se apreciaría lo que vale. Es ya un tópico decir que no hay palabras para describir las sensaciones que provoca la contemplación de referido claustro. Arcos y capiteles encierran este lugar y en las esquinas magníficos grupos escultóricos del románico en bloques de  caliza.
Junto al monasterio, un manantial de aguas claras alimenta un antiguo lavadero saliendo por el Arco de San Juan

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