Comprendí que el aire cambia de rumbo
y torna a mí otro rostro, otra voz
que siempre estuvo ahí. No quería
ni verlo ni oírla. No podía.
Mis ojos y mi voz eran lanzados
fuera del tiempo;
ciegos y muda estaban allí.
Aquel vergel de luces y alegrías
contenía- oh, dolor- sombras también.
Era- en su mayor parte- opaca noche.
Hoy mi espíritu quiere tornar
y sosegarse
para olvidar su torpe aliento.
Volver a la paz de la música serena
y la quietud del reposo.
Las heridas serán diques
contra el oleaje,
la mirada, el faro de luz que alerte
de los sueños que esconde la noche.
© Antogar
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