viernes, marzo 21, 2008

Consumación

La tarde del Viernes Santo nos presenta la imagen de Cristo en la Cruz. El inmenso drama de su muerte.

El camino es largo y agotador.
Sucias callejuelas llevan a la cima del monte de la muerte.
Cada instante, cada paso que torpemente das,
es un acercamiento más al momento supremo.
Abandonado a tu suerte,
cada palabra que oyes, cada rostro que te mira,
cada árbol, cada pájaro, cada afecto de los que presencian tu peregrinar
cargado con el madero,
es un alivio para tu alma dolorida,
un consuelo para tu espíritu.

Desde la negación de los tuyos hasta tu ausencia
esperas encontrar respuesta a tu desvelo,
a tu entrega a los demás, a tu amor.
Sangre y sudor en la falda del monte
en la tarde de nieblas y vientos
que arrecian presagiando la tormenta,
los dominios del silencio.
Lo que tiene que ser, será.
A veces, el soplo de los malos vientos dura poco y pasa.
Pero este que soportas, sabes que no lo hará,
no cejará hasta que todo haya terminado,
hasta que se cumplan las profecías y hayas dado, a borbotones,
la última gota de tu sangre.
Por todos.

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