Veo en sus ojos el cielo libre y el mar en calma con un horizonte abierto. En ellos no se interna la noche. Sus párpados son livianos, exentos del peso de la edad y la fatiga. Le contemplo en silencio pendiente del más mínimo gesto que hace. Todo inquieto, es incansable. Observa todo con curiosidad, sin afectación. Sus sueños-imagino-navegan más allá del conocimiento.
Dentro del espacio cerrado en el que se mueve está incómodo; necesita libertad para descubrir nuevas sensaciones y entonces, suplicante tiende sus bracitos mientras el llanto y los sollozos golpean, suplicantes, en mis oídos. Yo, me enternezco y mis manos le levantan y unos rictus agradecidos y cómplices se adueñan de su carita de cielo. Con él no hay sitio para la tristeza, todo lo ocupa la alegría. Su sonrisa blanca, pajarillo de luz, penetra en mi alma y soy feliz, feliz.
Son sensaciones indescriptibles; es la noche sembrada de estrellas que prestas envían la armonía de sus reflejos y brillo
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