La verdadera poesía -escribió Eluard- no se puede vincular con lo que declina y muere.
Acaso la pretensión de la poesía sea la vida, la de “enseñar, conmover, deleitar, agradar o instruir; sobre todo iluminar, es decir, hacer visible lo oculto, desvelar otra realidad -o la verdadera realidad.”
“La poesía -y el poeta- se enraízan en esos deslumbramientos tormentosos que han permitido al hombre elevarse desde las sombras de su sinuoso pasado: el asombro, el amor, la fraternidad, la dignidad, el afán de justicia, de lucidez, de libertad... Todo lo que habite o viva en el universo puede ser también parte o esencia de esa rara melancolía y esa pródiga alegría íntima que muchos llaman poesía, pero que acaso no sea más que la desconocida e inalcanzable región de un sueño que los hombres hemos inventado para reinar sobre la muerte.
Acaso la existencia no es más que un plagio-en palabras de Moravia- y que todos los poetas escriben las mismas cosas con uno u otro colorido. Tal vez sólo exista un poema y un poeta que continuamente se están reeditando...
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